lunes, 25 de mayo de 2009

El convento de la Encarnación. Madrid.




Plaza de La Encarnación, abierta a la Plaza de Oriente. Está el Convento junto al edificio del Senado.

Las tapias de su huerta lo separaban de los jardines del Alcazar. Felipe IV manda construir el conocido como parecen de Valdanú para cierre de estos jardines y sobre él se levanta un pasadizo que permitía acceder al convento desde el Alcazar. Conocido como pasadizo de La Encarnación se decoró con cuadros y tapices. Este paredón parece que fue levantado con restos de la derribada puerta de Valdanú y de la torre de Alzapierna. Muy cercanos a La Encarnación estaban el monasterio de Santo Domingo el Real y el de Los Ángeles que ocupan terrenos de la actual plaza de Santo Domingo, extendiéndose el primero hasta la actual plaza de Isabel II antes de los Caños del Peral.



Felipe III y su mujer Margarita de Austria dedicaron la mayor parte de su tiempo a la fundación de conventos y diversas obras pías. La reina Margarita, nada más regresar la corte de Valladolid, decidió comprar los terrenos para la creación de un convento de monjas agustinas recoletas. Se trajo a una pequeña comunidad de Valladolid, que residió primero en la casa del tesoro de palacio mientras se terminaban las obras. Su gran amiga agustina de Valladolid, sor Mariana, fue la primera abadesa de esta fundación pensada para catorce monjas. Presenta muchas diferencias con las Descalzas. Aquí no hay residencia palaciega, ya que la Encarnación se pensó como complemento religioso del Real Alcázar, que por entonces no tenía capilla. Estaba unido a él por un pasadizo o galería cubierta adornada con fabulosas pinturas, tapices y árboles aromáticos. La galería llegaba hasta el edificio del tesoro, en la actual plaza de Oriente.
La reina había hecho la promesa de que si expulsaban a los moriscos fundaría un convento bajo la advocación de la Encarnación para refugio de las hijas de los criados nobles al servicio de la casa real. Aquí no eran tan estrictos como en las Descalzas en cuanto a la pertenencia a la realeza o a la nobleza de las novicias. También recibían menor dote que las Descalzas. Otra de las diferencias era que, frente al hermetismo de aquellas, este convento actuaba como capilla pública de lo reyes. Aquí se celebraban las exequias fúnebres de los monarcas y sus familias. Se cubrían los muros con enormes paños negros desde lo alto de la bóveda hasta el suelo y, sobre ellos, se colocaban pinturas con emblemas y alegorías a la vida y virtudes del difunto. En el crucero se solía levantar el túmulo de arquitectura barroca. Durante las fiestas se adornaba profusamente la fachada con tapices y diversas cintas aparecían por las celosías.


La Encarnación se construyó muy rápido para cumplir los deseos de la reina, quien murió en 1612 sin verlo acabado. Lo realizó Juan Gómez de Mora, 1611-1616, que acababa de sustituir a su tío en todos los cargos de responsabilidad arquitectónica de la corte. Se puede atribuir su construcción a Fray Alberto de la madre de Dios. La fachada responde a la tradición herreriana de este primer barroco madrileño, que había llegó también a Juan Goméz de Mora a través de su tío Francisco de Mora, discípulo directo de Juan de Herrera. Implanta en Madrid el tipo de convento carmelita y es modelo de arquitectura religiosa para el Barrroco del siglo XVII. Un atrio precede a la fachada de gran extensión vertical dividida en tres cuerpos. La parte baja responde a un sencillo alzado de tres arcos de medio punto, la central proporciona luz al coro y presenta el relieve de la Anunciación de Migel Angel Leoni, y en el cuerpo de arriba están los escudos de la reina fundadora. Rematado todo ello por el frontón triangular que oculta las dos aguas de la cubierta, con las bolas y cruz de piedra que recuerdan al Escorial.

Un gran incendio a mitad del siglo XVIII destruyó la iglesia de Gómez de Mora, que seguía el modelo de planta ideal tras el concilio de Trento: cruz latina, de una sola nave, con cabecera plana y presbiterio alto y cúpula amplia. Ventura Rodriguez remodela toda la decoración de la iglesia, entre los años de 1755-1767, pero sin alterar el espacio primitivo. Sustituyó el toscano de las pilastras de Mora por fustes acanalados y capiteles jónicos, sobre los que un gran entablamento con ovas recorría toda la iglesia. Levantó bóvedas de casetones hexagonales con rosetas interiores. Se pintaron las pechinas, tres arcángeles y el ángel de la guarda, las cajas centrales de las bóvedas con escenas de la vida de San Agustín y la cúpula, la Glorificación de San Agustín ) a cargo de los hermanos González Velazquez, dentro del estilo franco-italiano que trajeron a Madrid los Borbones. Ventura aprovechó también los grandes lienzos de la iglesia primitiva, de Carducho, pero adaptándolos a los nuevos retablos: “La Anunciación” en el altar, y “San Felipe” y “Santa Margarita” de los laterales. Decoró el anillo de la cúpula con un friso rococó de angelitos, querubines, discos y guirnaldas en estuco. La decoración del resto se la encargó al escultor francés Roberto Michel. El retablo mayor está diseñado por Ventura Rodriguez también, es de ricos mármoles y bronces, y el sagrario es una auténtica joya de la rica orfebrería madrileña del siglo XVIII. La bóveda que lo cubre fue pintada por Francisco Bayeu. La nave no tiene capillas, pero entre los arcos hay grandes cuadros que representan escenas de la vida de San Agustín: San Agustín mostrando la verdad, por Ginés de Aguirre; la muerte de San Agustín , por Francisco Ramos; el misterio del agua en la playa por Gregorio Ferro o San Agustín dando a los pobres, por José del Castillo. En el tramo intermedio hay un tribuna para los reyes, ya que la iglesia es de patronazgo real y en el presbiterio no había sitio.


Monumento a Lope de Vega.

Inaugurado en 1902, fue proyectado por el arquitecto José López Salaberry. Consta de pedestal, realizado por el mismo Salaberry, y de una estatua en bronce que realizó Mateo Inurria. La estatua lo representa tocado con una sotana y leyendo un libro. En las caras del pedestal aparecen una alegoría en relieve que representa la poesía, un escudo de Madrid, y algunos títulos de las obras que escribió este genio de la literatura. En un principio, el monumento estuvo situado en la plaza del Cisne, hoy de Rubén Darío, en el cruce de las calles de Eduardo Dato con Almagro. En 1967 se trasladó a su actual emplazamiento en la plaza de la Encarnación.




El 4 de abril de 1609, el Consejo de Estado, a instancias del duque de Lerma y del propio rey Felipe III, decretó la expulsión de los moriscos de Valencia, medida que se complementaría al año siguiente con la expulsión de los que residían en la Corona de Castilla y en Aragón. En agradecimiento a dicha expulsión, la reina Margarita de Austria, esposa de Felipe III, decidió fundar en Madrid un Monasterio de agustinas descalzas que se dedicaría al Misterio de la Encarnación. Para tal efecto, la reina hizo venir a cuatro religiosas del convento de San Agustín de Valladolid, que tras su llegada a Madrid el 20 de enero de 1611, se alojaron en el Monasterio de Santa Isabel, mientras se construía el suyo propio en las inmediaciones del Alcázar.En este contexto, el 10 de junio de 1611, el Arzobispo de Toledo Bernardo de Rojas y Sandoval, puso la primera piedra del que hoy conocemos como Monasterio de la Encarnación. La construcción del edificio, fue encargada al arquitecto Juan Gómez de Mora, si bien, su diseño se debe posiblemente a su tío Francisco de Mora. Las obras se terminaron en 1616, y el dos de julio de ese mismo año, con una gran solemnidad, se procedió al traslado de las religiosas desde la vecina Casa del Tesoro, lugar en el que estaban alojadas desde el 3 de febrero de 1612. Del convento destaca sobre todo su iglesia, levantada sobre una planta de cruz latina, de una sola nave, con crucero y cúpula. En el exterior, y precedida de un espacioso atrio con verja de hierro, resulta muy interesante la fachada, construida en granito, y compuesta por un pórtico de ingreso de tres arcos sobre el que se sitúa un segundo cuerpo con ventanas, dos escudos reales, y un bajo relieve que representa la Anunciación, obra de Antonio de Riera. En cuanto al interior, destaca la soberbia decoración interior realizada por Ventura Rodríguez entre 1755 y 1767 con gran lujo de jaspes, mármoles y bronces. En 1842 fue demolido en parte, saliendo de él las religiosas. Poco después fue reedificado y volvió a albergar la comunidad. En la antigua clausura, Patrimonio Nacional ha establecido un Museo que permite observar los numerosos tesoros artísticos que se custodian en el convento.

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